En la década de los 60, Elvis Presley era adicto a varios fármacos y, además, tenía de su mano a muchos médicos que podían recetárselos. Esto y su gusto por las armas, le llevó a contactar con el presidente Nixon, quien le concedió su placa de Agente Antidroga. Así el Rey consiguió viajar de un sitio a otro con sus fármacos y armas, sin tener ningún tipo de registro.