Real Madrid 1-0 Manchester City
Por @MarioCortegana
Tengan cuidado porque hay más de uno y de dos ahí afuera preocupadamente empeñados en minimizar todo cuanto haga el Madrid. Admito que no descubro América, que los que mantienen tan viva esta corriente mamaron de sus ancestros y que tampoco faltarán adeptos a ella en futuras generaciones. Pero la última, la de disfrazar de regalo el mérito de llegar a Milán, quizá sea la más chistosa. Insisto: tengan cuidado.
El
caso es que allí estará el Madrid, y que habrá que explicar los porqués –o
intentarlo, al menos- en estas líneas. Influyó la ida, en la que los blancos
pudieron comprobar que al City aún le
quedan noches de garrafón para poder saborear champán del caro. E influyó
también lo poco que tardaron los de Zidane en restringir el paso a su mitad de
campo y acordonar el del City para hacer valer su autoridad, la del que tiene 10
Champions. Ayudó también la lesión en el 9’ de Kompany, notable hace una
semana.
Pero
no fue por el centro de la defensa por donde se acercaron los de Zidane al oro,
sino por la derecha, la izquierda inglesa. Pico
y pala, el culpable, como contra el Wolfsburgo, fue Carvajal, el canterano que
siempre lo parece porque siempre que aparece lo hace como un crío saliendo al
recreo: alegre, correteando sin cansancio y dispuesto a divertirse, por él y
por todos sus compañeros. En el 13’, el de Leganés le puso un gran balón a
Cristiano que valió como primera amenaza. Pero el aviso no quedó ahí porque el
lateral siempre llama dos veces. Y el gol le suele recibir. En el 20’, habilitó
a Bale, que con la diestra y con el apoyo de Fernando, hizo lo que hubiera
hecho con la zurda: 1-0.
Hubo
tiempo en la primera parte para mucho más fuego de artificio, pero ninguno lo
suficiente estruendoso ni bonito como para ser decisivo. Por ejemplo, un penalti
por mano no pitado a favor del Madrid, un gol anulado a Ramos en el 37’ o un
tiro a prueba de infartos de Fernandinho en el 44’. Pasados 45 minutos, llegaron 15 efímeros y a la vez suficientes para
cenar y recapitular lo ocurrido: poco City sin Silva, con Navas presumiendo
de descaro, con Touré en modo exjugador y con Agüero de estrella estrellada; y
suficiente Madrid, atacando, conteniendo y defendiendo en su justa medida.
Y
así transcurrió la segunda parte también, con
los de blanco mandando y los del chaleco reflectante a sus cosas, vayan ustedes
a saber cuáles. La tranquilidad pasó por varias botas y cabezas, desde
Jesé, a Cristiano, Modric o Bale, pero ni el palo ni Hart lo pusieron fácil. Si algo frenó al Madrid, fue no creérselo
lo suficiente, quizá por el pudor de que acabara pareciendo fácil lo que no lo
es.
Mejoró
el City a partir del 69’, con los tres cambios ya hechos, y fue entonces cuando
el Bernabéu empezó a sentir más miedo, el que traía la entendible duda de si ya
habían visto todo del rival o si aún esperaba una trampa a la vuelta de un par
de minutos. Ya saben: no se siente el
cebo hasta que por fin se muerde. Pero no hubo argucia ni engañifa: el City
siguió siendo lo que había aparentado. En poco más que una falta lateral y un
tiro lejano de Agüero puso el listón de su lujoso ataque.
Pasó
el Madrid, que era lo esperado, sí, pero no lo seguro. Por eso sufrió. Porque un partido decisivo de Champions es
como una boda: se empieza con una música celestial y se sabe que va a acabar en
borrachera, pero es inevitable dudar. Así que como es lo que tocaba, sudó el
Madrid, que sin embargo fue meticulosamente previsor y supo racionar nervios
para la final. De hecho, esta vez Zidane
ni reventó el pantalón.
En
fin, que el día que murió Manolo, el de
Manolo y Benito, nuestro albañil ¿de confianza? de toda la vida, el Madrid quiso
homenajearle con un pase que vale por otra final madrileña. Sólo les queda una
victoria más a los blancos para terminar de levantar una temporada de cimientos
movedizos. Manos a la obra.